Oro verde en Salamanca: Cómo el negocio de las paltas aumentó la escasez hídrica en la zona

La sequía nuevamente se transformó en la principal preocupación de las autoridades del Choapa. Y no es para menos: ya iniciamos agosto y el déficit de precipitaciones es evidente. Agricultores y ganaderos han advertido las preocupantes consecuencias en su economía de subsistencia. Animales muertos y precarios cultivos agrícolas se advierten en diferentes rincones de la zona.

Pero el problema va más allá. Salamanca limita por el sur con Petorca, la comuna que por estos días vive una de sus peores tragedias policiales, ha conocido la peor cara de la sequía producto de la explotación hídrica en manos de las productoras de paltas. Se trata de grandes empresas, que como depredadoras, utilizaron sin límites el limitado recurso hídrico de la zona.

La distancia entre Salamanca y Petorca, no es mero antecedente. En Salamanca también existe una gran empresa de paltas, que por el desarrollo de la gran minería ha quedado ajena a las críticas. Se trata de Mercedario, fundo agrícola perteneciente al Grupo Penta, holding empresarial vinculado a Carlos Alberto Délano, quien en abril pasado debió recibir clases de ética empresarial tras ser condenado por delitos tributarios.

Este miércoles Mongabay Latam y El Desconcierto, hicieron público un artículo sobre la realidad hídrica que experimenta Salamanca, y cómo la agrícola Mercedario ha explotado la cuenca del Choapa, en un escenario tan crítico como Petorca.

De acuerdo al artículo, un informe de 2004, elaborado por técnicos de la Dirección General de Aguas (DGA), declaró agotada la cuenca del río Choapa y de sus afluentes.

“En 2004, Mercedario, que es la más grande plantación agrícola de aquí, pidió 1240 litros por segundos aproximados en 28 cursos de agua. Nosotros nos opusimos y desde entonces hasta hoy en día no hemos otorgado ni autorizado ningún derecho de agua. Me acuerdo que conversé con un administrador de Mercedario y le dije que pidieran 100, 120 litros, pero no 1240”, explica uno de los redactores del informe, Luis Lohse, actual presidente de la Junta de Vigilancia de Río Choapa.

Ante la negativa de la DGA y de la Junta de Vigilancia del Río Choapa, los grandes agricultores buscaron otra salida: comprar los derechos de agua a aquellos campesinos que, en la década del ochenta, recibieron permisos de uso de acuerdo a las hectáreas correspondientes a sus propiedades.

“Cuando se separó la tierra del agua como bien raíz, la minera y las grandes agrícolas empezaron a comprar el agua. Ya sin agua, o sin acciones de agua, la tierra [de los pequeños y medianos agricultores] se devaluaba. Eran los hijos o los herederos de los primeros dueños de la tierra y el agua los que habían empezado a vender estos bienes raíces por separado”, explicó un funcionario de la DOH que pidió mantener su nombre en reserva.

Entre 2005 y 2006 el precio del litro de agua por segundo se vendía a 400 mil pesos (US$ 778); en 2010 costaba entre tres y cuatro millones de pesos ( US$ 5800 – 7735); hoy los precios van entre los siete millones (US$ 9 998) y los 12 millones de pesos (US$ 17 139).

El funcionario de la DGA precisa que esos son los precios que pagan hoy “la minera y los agricultores grandes”.

Mongabay Latam contactó a Arturo Miquel, gerente general de Mercedario, para pedirle su versión sobre este problema y señaló que por política de la empresa no emiten declaración alguna sobre este o algún otro tema.

La consecuencia inmediata de esta batalla por el agua es la reducción de los pequeños agricultores. Las grandes empresas fueron concentrando poco a poco el negocio agrícola, haciéndose de las acciones vinculadas al agua y dejando hectáreas sin derecho al recurso hídrico y, por consecuencia, imposibilitadas de cualquier tipo de trabajo agrícola.

Valentín Báez se dedica a la agricultura y la ganadería desde que tiene siete años y es uno de los tantos pobladores de Salamanca afectados por la escasez de agua. Cuenta que solía sembrar porotos, trigo, ají, tabaco, pero que ahora solo cosecha una hectárea y media de parras y pasto para sus animales.

“Eso es lo que tengo. Ahora este año va a ser un año demasiado crítico. Este año que pasó fue complicado, fue crítico, porque había muy poca agua, pasto muy poco en las praderas, y también poca agua para regar el pastito. Así que el ganado demasiado flaco está, se está muriendo. Aquí se ha muerto yo creo que ya casi el 50 % del ganado en el valle”, narra Valentín.

“Ahora quieren salvarse ellos nomás, y los demás, sobre todo el agricultor pequeño les da lo mismo nomás”, sostiene y reconoce también que parte del problema comenzó cuando algunos campesinos de la zona empezaron a vender sus derechos para el aprovechamiento del agua.

Hay gente que vendió sus derechos de agua, vendió las parcelas y claro, le hizo daño a los demás compañeros, los demás vecinos y todo porque se apropió esa gente… ellos quieren sacarle provecho lo máximo que se pueda, y a cualquier costo. Ese es el tema”, explica Valentín Baez.

Lo cierto es que después de declarada agotada la cuenca del Choapa, la superficie de cultivos de palta aumentó. Según el catastro frutícola nacional realizado por la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa) del Ministerio de Agricultura, en 2005 la provincia del Choapa contaba con 602 hectáreas de paltos. Para el 2015 el número había aumentado a 1904. Además, en toda la región, la superficie sembrada con paltos en 2005 era de 3931 hectáreas y en 2011 se duplicó alcanzando las 6290 hectáreas.

La ingeniera agrónoma, doctora en ciencias de la agricultura y académica de la Universidad Católica de Chile, Pilar Gil, explica que el agua que usa el palto “no es tanto más que el cultivo de cítricos o del nogal”, por lo que más allá de la especie producida, el problema, asegura Gil, es la excesiva cantidad de hectáreas sembradas. En la provincia del Choapa, 10 años después de haber sido declarada agotada su cuenca, la superficie total cultivada, incluyendo todas las especies, se incrementó en 1300 hectáreas.

En paralelo, la disminución de las lluvias producto del cambio climático ha llevado a la zona a una situación de crisis hídrica permanente que, entre los años 2010 y 2015, mostró su peor cara con una sequía severa que llevó a la zona a ser declarada en situación de emergencia. Recientemente, en julio pasado, el Ministerio de Agricultura volvió a declarar a la región de Coquimbo en emergencia agrícola por las mismas razones.

Foto: Pamela Olate.

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